México se encuentra, por una sociedad más justa y humanizada
FERNANDO
SÁNCHEZ ARGOMEDO
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Fernando Sanchez A.

¿Homofobia vs.Familiafobia?

Tenemos que encontrar una solución en la que se tutelen las relaciones entre personas del mismo sexo, sin dejar de proteger al matrimonio y la familia.

Hay que reconocerlo, hemos errado en el camino al vivir una continua confrontación entre dos grupos de personas: aquellos que hemos querido preservar y cuidar a la familia natural (un hombre unido a una mujer con la finalidad de ayudarse mutuamente y procrear), frente aquellos que pugnan por nuevos derechos para las minorías y un fuerte deseo de ser reconocidos como comunidad y que por lo mismo promueven la modificación de leyes y redefinición de conceptos que a su parecer son anacrónicos.

¿Realmente hay un ganador y un perdedor en esta pseudo batalla humana con tintes medievales mezclados con lucha de clases? La respuesta es: definitivamente no.

Cuando la comunidad gay y los “defensores” de sus derechos pretenden destruir el matrimonio natural y la familia, están olvidando que todos y cada uno de los seres humanos, incluidos ellos, ha nacido en el seno de una familia, todos ellos indiscutiblemente tienen dos padres biológicos y uno de ellos forzosamente es varón y otro forzosamente mujer.

Si la comunidad familiar no ha funcionado bien, la solución no es cambiar su esencia, sino buscar los caminos para que cumpla la vocación social a la que está llamada como parte de la naturaleza humana. Cuando los excesos de la modernidad nos llevan a descuidar nuestros ecosistemas, provocamos terribles consecuencias como el cambio climático. No es difícil comprender cuáles pueden ser las consecuencias de destruir al matrimonio natural y a la familia.

Por otra parte los “defensores” de la familia hemos elegido en muchos casos un camino incongruente que no va en la línea de lo que se predica, ya que quienes defendemos a la familia en su mayoría somos católicos o miembros de religiones en las que se predica la paz, la comprensión y el amor.

El mensaje de Cristo es de misericordia, de encuentro con aquellos que siguen un camino diferente al nuestro y, como lo ha señalado el Papa Francisco, de diálogo, mucho diálogo; y, sin embargo, lo que muchas veces prevalece es una gran incapacidad para dialogar y una gran capacidad para identificar “oponentes” y “enemigos”.

Los activistas en pro de la familia muchas veces olvidan que lo más importante, antes que la confrontación, es el testimonio de vida y la congruencia. En este sentido, debemos empezar por vivir lo que predicamos.

¿Cuál es el camino?

El camino es el diálogo y el entendimiento. Seguramente muchos reirán con esta propuesta y pensarán que es ilusoria la posibilidad de diálogo. Es evidente que hay grandes intereses, sobre todo del lobby gay, que cuenta con apoyo económico, grandes consorcios y muchos líderes de opinión e intelectuales que se adhieren a esta bandera como portavoces, muchas veces intolerantes y cerrados también al diálogo.

Mi reflexión surge al pensar en los primeros cristianos, aquellos que con valentía y testimonio esparcieron el mensaje de Cristo por toda la humanidad frente a la mayor adversidad de su tiempo: el Imperio Romano. El camino más eficaz para encontrar caminos comunes, como lo testimoniaron aquellos primeros cristianos, es aquel que se hace mirando al otro como a un hermano llegando a él a través de la razón, pero sobre todo por el corazón, no de manera sentimental, sino a través de la misericordia.

Encontrarnos con todos nuestros hermanos, sobre todo con los más necesitados, esas periferias existenciales que necesitan primero que nada ser escuchadas, es una gran oportunidad que debemos aprovechar.

Una vez que escuchemos y comprendamos, entonces sí, a partir de esa reflexión, podremos construir mucho porque todos podríamos entender que el matrimonio y la familia no son un concepto, sino parte de la esencia misma del ser humano en el que vive y se manifiesta su propia verdad; y sin temer a ella podemos ver con mente y corazón abierto el origen mismo de la concepción; ahí está escrito e impreso el origen y la historia de la humanidad.

Hermanos todos, ojalá pudiéramos hacer el mejor esfuerzo por comenzar el camino del diálogo y de la reconciliación; todos formamos parte de la misma humanidad, sí, todos somos hermanos, aunque no nos agrade siempre pensarlo.

Iniciar el diálogo

El ser humano no puede mantenerse en este planeta si no se vive la ley natural, de donde emana todo lo demás. Por ello hago una invitación a reflexionar y dialogar sobre la vida, el origen de ésta y lo que la realidad y la evidencia de nuestra naturaleza misma muestra.

Para que haya un nuevo ser humano en este planeta se han necesitado y se necesitarán sólo dos gametos: un óvulo y un espermatozoide, una célula femenina y otra masculina. En este sentido, todos hemos tenido un padre y una madre, somos fruto de otro ser humano.

Cuando nos damos cuenta de que un ser humano es parte nuestra, surge el natural impulso a la auto conservación, es elemental. De ahí que como seres humanos hayamos reconocido esta naturaleza y que como consecuencia le demos un nombre: matrimonio; y una misión: familia.

Como consecuencia, es importante reflexionar que frente a la realidad de las preferencias sexuales y la convivencia de personas del mismo sexo, tenemos que encontrar una solución en la que se tutelen estas relaciones sin dejar de proteger al matrimonio y a la familia.

Me he alargado mucho en esta tan importante reflexión, pero pretendo presentarla como una primera oportunidad para establecer un diálogo entre hermanos. Recordemos el daño que le hemos hecho a nuestro planeta y a nosotros mismos cuando hemos intentado ir contra la naturaleza.

En próximas entregas reflexionaré en alternativas para el entendimiento mutuo; por lo pronto, ojalá todos hagamos un esfuerzo por empezar a pensar, como dicen los expertos, “fuera de la caja”.

Presidente yoinfluyo.com

@fsargomedo
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