AMLO presidente electo, ¿y nosotros qué?
El llamado tsunami de Morena comandado por Andrés Manuel López Obrador ha generado un sinnúmero de análisis y reflexiones y no es para menos.
Hay muchas reacciones con enfoques y reflexiones diferentes.
El llamado tsunami de Morena comandado por Andrés Manuel López Obrador ha generado un sinnúmero de análisis y reflexiones y no es para menos. Este triunfo electoral, sin duda histórico, que en promedio tuvo la misma participación que en las elecciones presidenciales anteriores a partir del 2000, cambió por completo el panorama y el “equilibrio” de las fuerzas políticas del país.
Hay muchas reacciones con enfoques y reflexiones diferentes. Muchos “AMLOvers” siguen en la algarabía, festejo y algo de revanchismo, que seguramente se mantendrá al menos hasta el primero de diciembre de éste 2018, fecha en la que el Presidente Electo tome protesta de su nueva responsabilidad. Cabe mencionar, como nota al calce, que Andrés Manuel deberá entregar el puesto el 30 de septiembre y no hasta diciembre del 2024.
Obligados al análisis y la autocrítica también están quienes como derrotados no supieron hablarle a una sociedad cansada de promesas y de la corrupción rampante del gobierno del presidente Peña.
El PRI sufre una histórica derrota que lo obligará a decidir sobre la necesidad de refundarse. El PAN, aunque en segundo lugar a más de 30 puntos del ganador, quedó prácticamente como principal oposición (muy mermado) y deberá definir si seguir con el pragmatismo político o retomar sus principios fundacionales. Una gran derrota para ambos partidos históricos.
El independentismo quedó eclipsado frente a una propuesta lopezobradorista que encarnó el cambio, que se presentó como verdadera opción antisistémica y como verdadera alternativa frente a la corrupción rampante del PRI y la falta de oportunidades de las clases menos favorecidas.
Un importante sector de la sociedad civil, que se estimaría en el 33% de la población y que no militan en ningún partido pero que no se identifican ni política ni ideológicamente con las propuestas de AMLO-MORENA, quedaron sumamente preocupados ante el arribo al poder de quien representa aparentemente un retroceso en la economía, la democracia y las libertades ganadas a pulso en más de 70 años de lucha democrática.
En este grupo se encuentran por un lado los neoliberales y por otro los que podemos llamar libertarios humanistas que tienen como centro de su pensamiento a la persona y la búsqueda del bien común.
Estos últimos mal llamados conservadores – ya que los vientos de cambio impulsados por el Papa Francisco están llevando a la profunda reflexión y autocrítica – cuentan como eje de su actuar desde la sociedad civil la Doctrina Social de la Iglesia, que pone como centro a la persona, la búsqueda incansable del bien común de forma concreta y la solidaridad como virtud en el actuar social en donde la prioridad está en los más vulnerables, la opción preferencial por los pobres y la cultura del encuentro.
Esta nueva realidad podría resultar adversa en algunos ámbitos, esperemos que no sea en lo mas elemental que es libertad: libertad de conciencia, de culto y de expresión.
Pero, así como hay riesgos también hay oportunidades mismas que deberemos identificar, esto obliga a romper paradigmas y al mismo tiempo ser muy realistas y profundos tratando de entender de fondo lo que los mexicanos estamos pidiendo. Es momento de salir de la zona de confort y de aprender a hacer cosas de forma diferente para tener resultados diferentes.
En este sentido, el Papa Francisco, en la exhortación apostólica programática de su pontificado Evengelii Gaudium, nos ha dejado 4 principios fundamentales para la construcción del bien común que deberían ser tomados en cuenta como guía de actuación.
1. El tiempo es superior al espacio: de donde se deben iniciar proyectos de transformación de fondo con perspectivas de largo plazo sin pretender ver los resultados hoy y ahora. A veces dar un paso atrás para poder dar grandes pasos para adelante.
2. La realidad superior a la idea: el ver y entender la realidad como es, el comprender a las personas por lo que viven y sienten y no por lo que nos imaginamos que deberían vivir o sentir, a los entornos y realidades crudas verlas con objetividad y desde la raíz y no crear ideas y entornos imaginarios. El dejar a un lado la ideologización y aprender a atender y ser concretos con los más indefensos y necesitados desde su propia realidad. Aprender a construir el bien común desde la realidad misma de cada persona y de todas las personas y no a partir de una bonita idea que al final aleja y la hace inaccesible.
3. El todo superior a la parte: donde el bien común implica muchas veces ceder en los intereses particulares. El bien de todos implica la renuncia a bienes particulares, por ejemplo: el dejar a un lado nuestros deseos para dar a otros no solo lo que nos sobre, sino lo que es propiamente nuestro, como es nuestro tiempo y nuestra vida.
4. Por último, un principio que debemos procurar en este México, donde se vive la mayor urgencia. La unidad superior al conflicto: unidos en la medida de nuestras posibilidades será más fácil lograr las transformaciones deseadas, a pesar de nosotros mismos, si procuramos la unidad, si nos damos la mano, si buscamos comprender antes de ser comprendidos, si aprendemos a escuchar antes de ser escuchados, atender antes de ser atendidos, en esa medida podremos enfrentar los retos que tenemos enfrente y convertir obstáculos en desafíos.
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